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CONFINAMIENTO Y PRECARIEDAD
Pandemia y trabajo precarizado
En un día normal el señor Jesús María Flores se despierta a las 6 de la mañana junto a su esposa Aceneth Zárate para iniciar la jornada laboral e ir a Corabastos, la central mayorista de Bogotá, la pareja busca los camiones que traen los productos y compran lo que venden diariamente: gallina, menudencias, yuca, arracacha, alverjas, que luego llevan al barrió al 20 de Julio y, los comercializan en un puesto ambulante hasta las 6 de larde.
Este día es diferente, debido a la pandemia del coronavirus vieron trastocada su rutina, ahora deben llegar a la central a las 3 de la mañana, buscan las mejores ofertas posibles, pues de ello depende la ganancia adicional de su trabajo, de 5 a 7 dólares diarios. Debido a las restricciones impuestas por la administración de la ciudad, la ventas ambulantes se han visto limitadas, ello no es impedimento para organizarse, junto con otros vendedores ambulantes lograron alquilar provisionalmente un local ubicado en la primara planta de una casa, que por la buena fortuna lograron conseguir gracias a la voluntad de una señora del sector, sin embargo solo lo podrán ocupar hasta el 13 de abril de 2020. El señor Jesús nos cuenta “nosotros somos más que todo de la calle, no así en locales, esto es casi obligación, porque nosotros no tenemos las capacidades de tener un local, fue porque la señora nos colaboró (…) nosotros tenemos hijos que no pueden salir porque peligran por el virus”. La señora Aceneth Zárate entiende que es necesario aislarse, pero no comprende que esto vaya en menoscabo de su trabajo, del cual depende su familia.
El presidente Iván Duque Escobar, luego de verse acorralado por las voces ciudadanas que le exigieron tomar medidas ante la pandemia del COVID-19, decretó cuarentena nacional desde el 15 de marzo hasta el 19 de abril de 2020, algo que se puede extender hasta el mes de junio. El anuncio implico que las familias dejaran de trabajar y se resguardaran en sus hogares. 49.5 millones de colombianos deben pensar en cómo van a subsistir en medio de la pandemia, encerrados, sin trabajos y con deudas a cuestas, Angi Marín una de las niñas participantes de la fundación Creciendo Unidos nos dijo “veo la situación está muy complicada ya que con esto qué está pasando a nivel nacional nos está afectando en lo laboral cómo en la educación y la economía”
La directriz gubernamental ha permitido a empresarios y multinacionales dejar en la calle a cientos de trabajadores, las noticias de despidos masivos circulan cada día por las redes sociales. El año pasado los bancos ganaron 7 billones de pesos, 1.7 billones de dólares, y se han resistido a implementar políticas de alivio ante la crisis, pese a los clamores de la gente que exige que las deudas sean condonadas o congeladas; las familias están siendo desalojadas de sus viviendas como lo cuenta Leidy Vargas una de las participantes de la FCU, “ya los de la casa nos dicen que les desalojemos ¿y entonces qué?, por lo menos yo tengo dos hijos pequeños, de donde voy a sacar para el arriendo si no puedo trabajar ” Leidy es el único sustento de su hogar debido a que su esposo se quedó sin trabajo. Los desalojos contrastan con la realidad, porque en sectores, populares en muchas ocasiones, el arrendatario devenga su sustento y el de su familia con lo percibido por el pago por este servicio.
La situación se complejiza a un más si se tiene en cuenta que gran cantidad de las familias colombianas apenas gana un su salario mínimo, que en promedio les representa entre 240 y 280 dólares mensuales para pagar arriendos o créditos hipotecarios, alimentación, salud, vestuario, recreación y estudios de 5 o 6 integrantes. Muy pocos colombianos pueden decir que cuentan con un trabajo estable, en su mayoría tienen contratos precarios, con mínimas garantías de ley que les permita vivir dignamente.
El 47.7% de la población trabaja en la informalidad, el rebusque o el día a día, con pequeños negocios callejeros o ventas ambulantes, lo que significa que no cuentan con las garantías mínimas de estabilidad laboral. En promedio un trabajador informal puede ganar entre 5 y 8 dólares diarios, lo que significa 200 o 240 dólares mensuales, sin derecho a descansos ni seguridad social, menos pensar en pensión o acceso a un sistema de salud adecuado. El dinero les debe servir para pagar arriendo, alimentación y transporte, si les alcanza pueden destinar algunos recursos para la recreación y la educación de sus hijos. El 42.6% del total de los trabajadores informales son hombres y el 47.4% son mujeres respectivamente. Al rebusque o buscarse la papita como le llaman coloquialmente, se le dice a la venta de cualquier cosa que les permita subsistir: venta de celulares, servicios de telefonía, ropa, artesanías, y alimentos entre otros.
Esta población en mementos normales tiene que vérselas con las autoridades que los desalojan del espacio público, aun en contra de a las sentencias de la Corte Suprema de Justicia en las que exige garantías de trabajo por parte de las administraciones si se decide desalojarlos del espacio que ocupan, y en cuarentena deben seguir huyendo so pena de recibir una multa de 1.000.000 de pesos o 250 dólares. Leidy Vargas nos dice “ahorita está difícil porque no nos están dejando trabajar, y pues todos, la mayoría de nosotros pagamos arriendo, tenemos que darle de comer a los niños, y de adonde”.
Las instituciones educativas fueron cerradas, muchos de los padres de familia en la ciudad de Bogotá en tiempos normales cuentan con los programas de refrigerio y almuerzo escolar para que sus hijos puedan alimentarse y en algunos casos, es la única comida que les pueden brindar. Para Henry Estupiñan “todo es un giro de 180º, ¿en qué sentido?, nosotros traíamos una rutina que nosotros traíamos a nuestros niños a nuestros colegios nuestros jardines y nosotros podíamos trabajar tranquilos. Ahorita en este momento no podemos, si trabaja la mujer no puedo trabajar yo, si trabajo yo no puede trabajar la mujer, no podemos dejar los niños solos”
Miles de familias de la ciudad de Bogotá pasan dificultades por múltiples factores, la pandemia del Covid-19 vino en menoscabo de las ya precarias condiciones de subsistencia, ahora con las restricciones a la movilidad, la falta de atención estatal y gubernamental y limitaciones para poderse movilizar se ven en la necesidad de arriesgar sus vidas a posibles contagios en las calles, la persecución de las autoridades y las deudas que no dan espera.
En esta contingencia nacional la fundación hace un llamado a que los gobiernos locales y el nacional se piensen programas y acciones que alivien a todos aquellos sectores que han visto sus finanzas golpeadas y que no tienen la posibilidad de fuentes de ingresos ni ahorros, se debe pensar en congelar el cobro de servicios públicos, las deudas bancarias, atención y acceso universal a salud, abastecimiento de alimentos e implementos de aseo, wifi gratuito, líneas de crédito paran pequeñas y medianas empresas y, vendedores informales.
El señor Jesús recuerda que “Deberían darle ánimos a uno, cuanto uno sufre a las 2 o 3 de la mañana en Corabastos (…) para que compren la yuquita, la arracacha, el plátano, acá nosotros les traemos todo gracias a mi dios”.